Cuestión de suerte

Un niño de cuatro años yace en el suelo después de derrumbarse de hambre en un centro de recuperación de Médicos Sin Fronteras al sur de Sudán.

Aunque el problema en Sudán es un caso extremo, el mundo considerado de forma global está más cerca de este chabola de barro y de este niño negro tirado desnudo en el suelo que de Ud. o de mí frente a nuestro ordenador.

Y mientras comparamos la calidad de nuestra banda ancha, planeamos a dónde nos iremos de vacaciones o leemos que el petróleo ha alcanzado los sesenta dólares en barril, esta pobre gente, que solamente se diferencia de nosotros en que ha tenido la puta mala suerte de nacer allí y no aquí, sufren penurias peores que cualquier animal que nosotros veamos por la calle: n0 es una cuestión de mérito, ni de valía, ni de merecimiento, ni siquiera de injusticia...es cuestión de suerte. De mucha suerte.

Hay aproximadamente un tercio de la humanidad que vive más o menos dignamente: con apuros, con problemas para llegar a fin de mes, sin lujos, pero que come regularmente y duerme bajo techo. Y hay dos tercios que vive hacinado, que se alimenta mal, que nunca ha hecho una llamada telefónica y que no tiene a su alcance una sanidad decente.

La vida como casino. Una cuestión de azar. De fortuna. Y aún hay gente que se cree con derechos adquiridos: no saben que ha sido una cuestión de suerte.

Los gobernantes deberían tener en sus despachos, en vez de la foto de su mujer y sus hijos que siempre me ha parecido una horterada, un foto como ésta.