lunes, mayo 02, 2005

Sus quince minutos de fama



El sentido del humor es una de las cualidades más importantes en una persona.

Y cuando ese sentido del humor incluye a uno mismo y a sus circunstancias, no sólo denota inteligencia, sino muchas veces, madurez, seguridad y personalidad.

Al contrario, darse demasiada importancia a uno mismo por lo que es o por lo que hace, suele ser síntoma de importantes carencias, bien en lo personal bien en lo profesional, cuando no afectivas o de autoestima.

Hoy multitud de medios narran cómo la discreta y correcta Primera Dama, Laura Bush sorprendió a los asistentes a la gala anual de la Casa Blanca con la Asociación de Corresponsales, cuando rompió todos los protocolos e interrumpió a su marido durante su discurso.

"No ese viejo chiste otra vez, no", pidió Laura al Presidente George W. Bush, mientras le indicaba que volviera a su asiento.

Laura Bush espetó a los comensales: "George siempre dice que viene encantado a estas reuniones con la prensa. ¡Tonterías! A esta hora suele estar en cama. El otro día le dije a George: 'si realmente quieres acabar con la tiranía en el mundo, vas a tener que quedarte despierto hasta más tarde".

"A las 9 de la noche, el Señor Entusiasmo aquí presente, está durmiento y yo, estoy viendo "Desperates Housewives" junto a Lynne Cheney (la esposa del Vicepresidente Dick Cheney). Señoras y señores , ¡yo soy una ama de casa desesperada!

También los dos adláteres del primer mandatario del mundo recibieron su dosis de sarcasmo: "La respuesta de George a cualquier problema en el rancho es abatirlo a golpes de motosierra...Debe ser por eso que él, Cheney y Rumsfeld se entienden tan bien".

Es evidente que la intervención estaba preparada al más puro estilo Jerry Seinfield, aunque nadie esperaba que se atrevería a ironizar con la dicción de su marido o con la poca afición del tejano a los libros: "Yo sé pronunciar la palabra nuclear", dijo y se preguntó cómo pudo hacer para conocer a su marido cuando ella pasaba 12 horas al día en una biblioteca, donde él nunca aparecía.

La gracia sureña de Laura es de agradecer y ayuda a desmitificar el poder cuasiomnímodo que tiene su marido. En estos momentos la Primera Dama tiene una aprobación popular de más del ochenta por ciento en su país que prácticamente dobla a la que su marido ostenta.

¿Un gesto de cercanía e ingenuidad típicamente norteamericana o una elaborada intervención republicana para aupar la figura de su marido en los sondeos de popularidad?

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

No hay tal sentido del humor sureño sino una caterva de guionistas con poca gracia

12:04 p. m.  

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