Felix de Azúa levanta la liebre
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Vaya polvareda se ha levantado hoy en todos los blogs con el artículo publicado en el diario El País por Félix de Azúa.
El leit-motif del artículo se enraíza con la publicación hace un año del libro de Martin Amis, "Koba el Terrible. La risa y los veinte millones", alegato "contra un importante punto débil del pensamiento del siglo XX: la tolerancia de los intelectuales contra el comunismo". Un libro político y autobiográfico en el que incluso pasa factura a buenos amigos suyos al no haber querido ver las atrocidades de los regímenes comunistras y admirar el pseudoromanticismo que esa ideología tenía en ciertos ambientes de la democrática y acomodada Europa Occidental sobre todo a finales de los años 60.
Dice Azúa: "En su imprescindible Koba the Dread (en español lo ha publicado Anagrama), Martín Amis se pregunta cómo es posible que todavía hoy, con toda la información que obra en nuestro poder, si alguien declara su simpatía por los nazis es razonablemente eliminado de la vida pública, pero si declara su simpatía por los comunistas bolcheviques puede incluso recibir aplausos. En su ensayo, Amis recoge sólo algunas de las más espantosas carnicerías del comunismo soviético. A ellas habría que añadir las de Mao, Fidel, los khmer rojos y las apenas conocidas del continente africano. Amis se pregunta por qué llamaban "facha" a su padre tras abandonar el partido comunista al conocer los asesinatos estalinistas, y quiénes eran, en realidad, los fascistas. Así pues, ¿quién es el fascista?"
Hace unas semanas, Juan Manuel de Prada en ABC escribía un artículo sobre el mismo tema, que a los que hemos leído el libro de Amis nos sacó los colores por ser una recopilación de ideas de otros autores más propia de Ana Rosa Quintana que de un autor de cierto nombre en nuestro país.
La discusión es apasionante y libro (y el artículo) es de los de lectura obligatoria.
Vaya polvareda se ha levantado hoy en todos los blogs con el artículo publicado en el diario El País por Félix de Azúa.
El leit-motif del artículo se enraíza con la publicación hace un año del libro de Martin Amis, "Koba el Terrible. La risa y los veinte millones", alegato "contra un importante punto débil del pensamiento del siglo XX: la tolerancia de los intelectuales contra el comunismo". Un libro político y autobiográfico en el que incluso pasa factura a buenos amigos suyos al no haber querido ver las atrocidades de los regímenes comunistras y admirar el pseudoromanticismo que esa ideología tenía en ciertos ambientes de la democrática y acomodada Europa Occidental sobre todo a finales de los años 60.
Dice Azúa: "En su imprescindible Koba the Dread (en español lo ha publicado Anagrama), Martín Amis se pregunta cómo es posible que todavía hoy, con toda la información que obra en nuestro poder, si alguien declara su simpatía por los nazis es razonablemente eliminado de la vida pública, pero si declara su simpatía por los comunistas bolcheviques puede incluso recibir aplausos. En su ensayo, Amis recoge sólo algunas de las más espantosas carnicerías del comunismo soviético. A ellas habría que añadir las de Mao, Fidel, los khmer rojos y las apenas conocidas del continente africano. Amis se pregunta por qué llamaban "facha" a su padre tras abandonar el partido comunista al conocer los asesinatos estalinistas, y quiénes eran, en realidad, los fascistas. Así pues, ¿quién es el fascista?"
Hace unas semanas, Juan Manuel de Prada en ABC escribía un artículo sobre el mismo tema, que a los que hemos leído el libro de Amis nos sacó los colores por ser una recopilación de ideas de otros autores más propia de Ana Rosa Quintana que de un autor de cierto nombre en nuestro país.
La discusión es apasionante y libro (y el artículo) es de los de lectura obligatoria.
4 Comments:
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Me olvidaba: lo que dices de la Revolución Rusa es cierto.
Es un símbolo del pueblo hambriento y desesperado levantado contra la explotación de unos mandatarios arrogantes. El problema es en lo que degeneró luego: la traición de Lenin y los comunistas a ese pueblo que confió en él. Recordemos que los que peor lo pasaron en la Unión Soviético fue el campesinado y el pueblo llano.
Lo que tu hacías en los ochenta a los doce o catorce años era posiblemente un gesto de rebeldía amparado en una estética que no era muy significativo del movimiento comunista internacional. Es posible que tú en el colegio de monjas durante la EGB no echases mano de nostalgia de situaciones geopolíticas, pero desde los años cincuenta, alcanzando su cénit en mayo del 68 hasta la caída del Muro de Berlín en un proceso de campana de Gauss sí se produjo ese movimiento nostálgico y en cierto modo romántico. Gran parte de la juventud en Francia o Italia en Europa, gran parte del sudeste asiático o centroamérica sí idealizaban los símbolos o personajes comunistas como Lenin, Stalin o Mao (los del Pol Pot se descubrió más tarde)
Estoy de acuerdo contigo en que la ultraderecha defiende y minimiza las masacres hechas hace 60 años. Pero el comunismo no ha sido nunca en realidad antagonista de la ultraderecha (incluso Stalin pactó con Hitler), sino del liberalismo occidental (URSS versus Estados Unidos, URSS versus Europa Occidental, Cuba versus EE.UU)
El comunismo, desde un punto de vista idealista, puede ser admisible aunque no muy recomendable. Desde un punto de vista práctico ha sido trágico (Union Soviética, China, Cuba, Camboya, Corea del Norte, Albania, regímenes africanos, etc)
Lo que refleja el artículo y el libro es la condescendencia que ha habido desde determinados sectores con el comunismo. "Con el nazismo nunca se han hecho chistes, con el comunismo soviético sí". Pero no aprenden: Manuel Chaves hace un alago a un dictador comunista ("es fascinante"), pero si alguién dijese lo mismo de Le Pen o de Haider, no duraría ni un minuto en el cargo.
Esa es la crítica.
No, mi etapa de colegio de monjas más bien abarca la rebeldía pajera de la adolescencia. En el EGB era católico sin más. Ya en la universidad fui alumno de Beiras, Ceferino Díaz, Puy Fraga y hasta Ruiz Miguel, aquel anarquista de derechas que defendía la insumisión fiscal y con el que discutía en medio de clase sobre impuestos (yo decía que había que subirlos y él que había que eliminarlos).
Lo que yo pretendo decir es que hay un relevo generacional en todo esto también.
Las ideologías no son unos paquetes cerrados que se firman con todo lo que llevan. Normalmente te defines de una tendencia ideológica pese a muchos de los que coinciden en tus filas. Por eso siempre nos estamos echando en cara cosas con los de ideologías opuestas: ¿Conservador? ¿como Manuel Fraga, ese ex ministro de Franco que bla bla bla?; ¿Liberal? ¿como Ronald Reagan o la Thatcher?; ¿Anarquista? ¿como los que jodieron la república y esto y lo otro?; ¿comunista? ¿como Pol Pot, Sendero Luminoso y la ETA?
Pues no. Obviamente no.
Este señor escribe para su generación, que es mucho mayor que la nuestra y también vivió todas estas cosas desde otra perspectiva. Aquí la juventud era de izquierdas militante y apoyaba a Pol Pot si hacía falta como contraposición al franquismo. En los países satélite de la URSS, los jóvenes eran capitalistas, admiraban a los países más liberales como el no va más de todo y hasta se hacían religiosos como forma de protesta.
Hoy ya todo es distinto: los comunistas trabajamos en las típicas oficinas, llevamos traje y corbata si nos lo exige el curre y compramos tecnología de Taiwán. Pero los jóvenes de la Alemania Oriental tampoco se mueren por ser protestantes.
No sé si me explico.
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